La conducta violenta en la pareja supone un intento de control de la relación y es reflejo de una situación de abuso de poder.
Puede revestir diversas formas:
.Maltrato físico. Se produce cuando las conductas implicadas (golpes, amagos de estrangulamiento…) son reflejo de un abuso físico.
.Maltrato psicológico. Son frecuentes las desvalorizaciones (críticas y humillaciones permanentes), indiferencia ( falta total de atención a las necesidades afectivas y a los estados de ánimo de la pareja) posturas, gestos y comentarios amenazantes ( amenazas de violencia, de suicidio o de llevarse a los niños), conductas de restricción (control de las amistades, del uso del WhatssApp, limitación del dinero…), conductas destructivas ( referidas a objetos de valor económico o afectivo) y, por último, culpabilización a la víctima de la conducta del agresor.
.Maltrato sexual. Se refiere al establecimiento forzado de relaciones eróticas, sin contrapartida afectiva, o a la imposición de conductas percibidas como degradantes por la víctima.
Una de las características del maltrato es, por un lado, el comienzo temprano en la historia de la relación y, por otro, la cronicidad. Una vez que ha surgido el primer episodio de maltrato, y a pesar de las muestras de arrepentimiento, la probabilidad de nuevos episodios es mucho mayor.
Para salir de la espiral de violencia, al margen de que el objetivo sea la separación o la reanudación de la vida en común, será conveniente que tanto el agresor como la víctima accedan a realizar tratamiento psicológico. Las consecuencias para la víctima pueden ser ansiedad, depresión, pérdida de autoestima, culpabilidad e incluso aislamiento social y dependencia emocional. Respecto al agresor, es necesario valorar y tratar las posibles alteraciones psicopatológicas (problemas en el control de impulsos, abuso de sustancias, celos patológicos…) así como las distorsiones cognitivas presentes en ellos (p.e. la creencia de que la violencia es una forma aceptable de solucionar los problemas; considerar que su conducta es la respuesta necesaria a las provocaciones de la víctima,…)
La búsqueda tardía de ayuda terapéutica se explica por razones económicas (dependencia económica del cónyuge), sociales (la opinión de los demás), familiares (la protección de los hijos) y psicológicas (minimización del problema, la vergüenza, la indefensión generada, la resistencia a reconocer el fracaso de la relación, temor a enfrentar la vida en solitario…). Sin embargo, dado que el retraso en el inicio del tratamiento suele conllevar al empeoramiento de la situación, lo recomendable es identificar los signos de violencia o dejarse asesorar si hay dudas sobre ello y buscar apoyo psicológico lo antes posible.
ANA CALVO MURO
Psicóloga Col. R-0303
Máster en Psicopatología y Salud
Curso Experto en Psicopatología y Psiquiatría